Reflexiones: yo, mi madre y la madre de mi madre

08 Mar, 2023
Patricia del Carmen Vásquez de Sevillano

Era una tarde lluviosa, una tarde grisácea, una tarde muy fresca.

Sentada en el banco de madera, ese banco antiguo y rústico de un poderoso memblo que comenzó un nuevo rumbo hace quizá unos 50 inviernos, rumiaba sus ideas Natalia, Nati, Natacha, llamada así como su tatarabuela. Las ideas iban y venían como los suaves chubascos de esta tarde de invierno.

Absorta en sus pensamientos se preguntaba: “¿eExiste realmente Dios? o ¿Será que  Dios, es sólo eso una idea? ¡Una simple idea!, una invención creada para explicar lo que la lógica no puede, de darle sentido al sin sentido de la vida, al dolor, al sufrimiento, una forma de darnos una esperanza, de no sentirse desamparada e impotente, de no odiar. Quizá ni siquiera era para eso ¿y si se la inventó uno de esos hombres poderosos para que te resignes, para que aceptes tu destino, para que sufras con paciencia, para que te creas que tuyo es el reino de los cielos, que hoy sufres y luego verás la gloria de los cielos abrirse ante tu sufrida presencia? Removió sus cabellos y aspiró el fresco aroma a tierra mojada. Puya, yo no creo en el infierno ni en el cielo_se dijo _ ¡Ahggg¡_ y pensar que mi abuela quiere que la acompañe a misa. Es tan difícil explicarle a mi abuela que una puede ser una buena persona sin ir a la iglesia, que no me iré al infierno porque no fui a misa todos los domingos y fiestas de guardar- de plano que no les basta con los 10 mandamientos de la ley de Dios sino que también debo cumplir los 5 mandamientos de la iglesia católica; a decir verdad ese cuarto mandamiento de la iglesia es una cachada un ofertón de salvación: “«abstenerse de comer carne y ayunar  en los días establecidos por la Iglesia»,  media humanidad ya es salva “ayunan hasta en fechas ordinarias”  y con las dichosas tortillas que parecen hostias hasta han de sentirse en la iglesia aunque estén en la calle, ja ja. Vaya, a veces me fluye la sátira con naturalidad.

Se levanta ágilmente, sonríe y observa el horizonte.

Mi abuela, es una buena mujer que se aterra porque mi madre  va a misa cuando quiere y no siente remordimiento de no ir, que se espanta cuando mi madre le dice “No mamá, Jesús no fundó ninguna religión, la católica tampoco es la única y verdadera religión, eso dicen todos los representante de  diferentes iglesia, llámese bautistas, anglicanos, luteranos, de los santos de los últimos días, los judíos, etc. Y en todas cometen o han cometido barbaries en el nombre de la fe. El catolicismo no es siquiera nuestra religión, es una religión impuesta por conquista, violación y esclavitud”. Mi abuela replica- eso fueron los españoles, los evangelizadores no hacían eso, antes de ellos, éramos salvajes. Mi madre le dice: “mamá, la iglesia católica quemó a mujeres durante la Santa Inquisición, en nombre de Dios fueron a la guerra y aunque han hecho cambios la iglesia no ha hecho justicia con los casos de pederastia de sus sacerdotes. Mire, no todos los sacerdotes son malos pero tampoco son santos representantes sin mancha ni pecado, son seres humanos, merecen respeto como personas pero nunca debemos creer que son incuestionables o que lo que dicen es santa palabra sin discusión”. Mi abuela suspira, ya ni se enoja, sabe que no convence a mi madre. Mi madre arremete y le dice ¿Sabes cuántas veces pensé que Dios era injusto? ¿Cuántas veces lloré, supliqué y me sentí traicionada por ese Dios que no me respondía, que no me ayudaba? Hoy comprendo que cada persona decide sus acciones, que sufrimos no porque dios lo quiera sino porque algunos tienen poder que ocupan para doblegar a quienes se atreven a contrariarlos, a esos que dice proteger la vida a fuerza de obligar a las mujeres a maternar para tener asegurado el número de obreros y obreras para sus fábricas, esos poderosos hombres y mujeres que asisten a la iglesia y dan donaciones, construyen iglesia, besan niños y abrazan viejecitos a quienes ayudan con sus piadosas obras de misericordia, esos mismos poderosos señores que talan bosques enteros para construir residenciales y centros comerciales, que se apropian del agua de las comunidades, que despiden a las personas trabajadoras organizadas y que desalojan a comunidades enteras de territorios. Muy cristianitos los hijos de su padre ¿no?

Mi abuela, la mira preocupada y dice: mira, es cierto pero no lo digas en voz alta,  este país es peligroso. 

Sigue lloviendo, a Nati se le antoja un té de hojas de limón- disculpe señor limonero´, necesito unas cuantas hojitas- dice en voz alta- las hojas del limonero se balancean con el viento y ella siente que le ha dicho “toma las que necesites”

Escrita en una noche de septiembre, en un lugar de un país llamado El Salvador.

Por:

Patricia del Carmen Vásquez de Sevillano